Hoy tenía que estar a las 10:30
en un sitio y antes tenía que pasar por Correos. Llego allí a las 09:50 y saco
el número del turno: A036. Hay cinco ventanillas abiertas, nada más. Miro el
panel donde salen los turnos y veo que el último que han llamado de mi letra es
el A022. Mientras espero, relleno el papelito de los envíos certificados. Entre
tanto, las letras B, C y D van pasando. Vuelvo a mirar, la letra A no ha
avanzado. Me fijo que sólo en una de las ventanillas atienden la letra A, otras
dos atienden la B y las dos restantes, la D. La gente que espera ya mira el
reloj y resopla. Los que llegan, alucinan porque ya salen los A040 y pico. La
funcionaria de la ventanilla A termina de atender al cliente, miro la hora, son
las 10:10. Vuelvo a mirarla y veo que se ha levantado, va hacia el perchero,
coge su bolso y otra bolsa (de los recados que hará durante su pausa del
almuerzo, supongo) y, con la cabeza baja, se va. Los que estamos esperando con
la letra A empezamos a murmurar, ansiosos por ver aparecer un nuevo funcionario
que atienda esa ventanilla. No aparece nadie.
Un señor reclama a una
funcionaria que está echando una mano a las que atienden a la letra B, le dice
algo que no oigo bien, como que avisa a alguien. Yo, que ya llevo unos minutos
comentando con mis compañeros de espera, pregunto si habrá hojas de
reclamaciones. Un señor me dice que sí, que tiene que haberlas. Así que me
acerco a uno de los funcionarios de la letra D, que acababa de terminar de
atender a uno que había dejado dos paquetes enormes y que, parece ser, tenía
que pesar de nuevo y expedirlos, y le digo:
—Perdone, ¿hay hojas de
reclamaciones?
Me mira como si le estuviera
hablando en marciano o le hubiera pedido que me donara aquí y ahora un riñón y
me dice con cara de estar muy agobiado:
—Sí, por ahí habrá —señalando con
un gesto de la mano un punto indeterminado del espacio.
Se me hinchan las narices y le
digo:
—Ya, pues es que no hay nadie que
atienda los envíos y llevamos mucho tiempo esperando.
Y me dice muy rebotado:
—¡Claro! Y ahora me tengo que
levantar para ir a llamar a alguien y así se retrasa todo.
—Eso es —le contesto más rebotada
que él—. Es justo que se retrasen todas las letras y no sólo la A.
Entonces se levanta y se mete
detrás. Al momento, sale, se sienta y sigue a lo suyo y unos segundos después
aparece la encargada. En un minuto soluciona el problema. Nos dice que se había
desconfigurado el sistema que tienen para ir dando turnos y salían el resto de
letras, pero no la A.
—Si hay cualquier otro problema,
se lo dicen a mis compañeros.
¡Pobre mujer! Si a ninguno le iba
bien levantarse de su sitio para avisar de lo que pasaba… No digo que todos los
funcionarios sean así, ni mucho menos todos los de Correos. Sólo digo que los
que estaban esta mañana atendiendo han demostrado que tienen cero iniciativa
(si cómo funcionan ahora no resulta útil (siempre hay colas), propongan
nuevos sistemas organizativos), cero espíritu de equipo (si el problema lo
tiene otro compañero, que se jo… y pringue él, que yo paso) y cero sentido de
servicio (si hay mucha gente esperando a ser atendida, que esperen, yo, a mi
ritmo).
Estoy leyendo “La conciencia de
Zeno” de Italo Svevo y hay un párrafo que me viene al pelo. Dice así: “[…]Entonces
recordé que en tiempos la condena a trabajos forzados se aplicaba en Inglaterra
colgando al condenado encima de una rueda accionada por agua, con lo que se
obligaba a la víctima a mover con determinado ritmo las piernas que, si no,
resultarían aplastadas. Cuando se trabaja, se tiene siempre la sensación de una
obligación de ese tipo. […]”. Bien, pues los funcionarios que estaban
atendiendo esta mañana entre las 09:50 y las 10:30 en la oficina de Correos de
Tarragona parece ser que también están obligados a trabajar a un ritmo
determinado y no pueden hacer nada que no sea su función, porque se rompe el
ritmo y se les aplastan las piernas. O tal vez, si lo hacen, se genera una
especie de cataclismo de consecuencias insospechadas que es mejor no provocar.
¡Ah! He llegado a la hora a mi
siguiente cita, pero por dos razones: la primera, gracias una chica y un señor que
me han dado turnos de gente que se había desesperado y se había marchado, con
lo que al final yo tenía el turno A028; la segunda, porque tenía que ir a unos
100 metros de Correos y no hace falta mucho tiempo.